Minucio Félix — Octavio
No te sorprendas si no ves a Dios: todo es impulsado, vibrado y agitado por el viento y sus ráfagas, pero el viento en sí no se ve delante de los ojos.
Traducciones, escolios, fragmentos de lectura, divagaciones, &c., sostienen la construcción constante del «idealismo errático»
No te sorprendas si no ves a Dios: todo es impulsado, vibrado y agitado por el viento y sus ráfagas, pero el viento en sí no se ve delante de los ojos.
Venus cumplió sus promesas: si alguien dice que no ha tenido/ mis alegrías, que se diga que no ha tenido las suyas.
Apolo no se revela a todos, sino solo a aquel que es virtuoso./ Aquel que lo ve, es feliz, y aquel que no, es desdichado./ Te veremos, oh Flechador, y nunca seremos desdichados.
No hubo nadie en verdad que notara sus lloros; Alcínoo/ solamente, al hallarse más cerca, lo estaba observando;/ diose cuenta de todo al oír sus profundos suspiros
¡Cuánto menos aquel que tiene el recuerdo anhelante/ carcomiendo el corazón,/ y sueña a menudo de noche/ y tarda años enteros en curar su amor enfermizo!
Y Zeus, grande en fuerza, escuchó su oración sin tacha, y otorgó un honor majestuoso a Minos, queriendo que fuera visto por todos por amor a su querido hijo; envió el rayo.
Vi dos cosas extrañas e inverosímiles: una gran rivalidad por la belleza y una pelea de ciudades en el cielo. Si me retiraba hacia la ciudad, no creía que la población pudiera llenarla, pero si miraba hacia el pueblo, me asombraba de cómo podría contener a la ciudad. Había tal equidad en el concurso.
Te contentarás con tu suerte si aprendes lo que es honorable y bueno. Serás lujoso en la pobreza, vivirás como un rey, y encontrarás no menos satisfacción en la vida sin preocupaciones de un ciudadano común que en la vida vinculada a un alto cargo militar o cívico.
Sin hacerse esperar contestó de este modo Tiresias:/ “Fácil es la respuesta y habrás de guardarla en tu mente:/ de los muertos aquel que tú dejes llegar a la sangre/ te dirá sus verdades y aquel a quien no lo permitas/ te dará las espaldas y atrás volverá su camino.”
No te perdono por ti misma; me conmueve tu madre/ y aplaca mis explosiones de cólera esa anciana adorable./ Ella te conduce hasta mí en medio de las tinieblas/ y con mucho miedo, secretamente, une silenciosa nuestras manos.
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