Roger Gilbert-Lecomte

Roger Gilbert-Lecomte — Señor Morfeo

Y ahora, tomen nota de esta definición de universalidad que someto a los zoólogos: lo que mejor diferencia al hombre del animal es la pipa.

Roger Gilbert-Lecomte (1907-1943) fue un poeta surrealista francés nacido en Reims. Fundó el movimiento surrealista junto a André Breton y Louis Aragon en 1924, pero su participación en el grupo fue efímera.

En 1934, sufrió una crisis nerviosa que lo llevó a ser internado en un hospital psiquiátrico. Este evento inició su lucha contra la enfermedad mental y el abuso de sustancias, elementos recurrentes en su poesía. Sus escritos, oscuros y surrealistas, exploran las profundidades de la mente y las sombras de la existencia.

En 1943, durante la ocupación nazi en Francia, su situación empeoró. Atrapado en la desesperanza, la pobreza y el olvido, se quitó la vida a la edad de 36 años.

 

Señor Morfeo

Mientras siempre me conocieron como un comerciante amable de sueños, seguramente se preguntan qué nueva empresa represento. Pero, incluso solo por la atmósfera insalubre que me rodea y que emana principalmente de mis orejas vampíricas, sienten intensa y oscuramente el principio más vasto que propago. En cuanto a expresarlo, estarían en apuros. A lo sumo, podría presentarme como el ingenioso genio de la Muerte-en-la-vida. Soy el amo de todos los estados naturales o provocados que «prefiguran», simbolizan la muerte y, por lo tanto, participan de su esencia. Y estos estados ocupan en la vida humana un lugar mucho más importante de lo que se cree. Les recordaré, en primer lugar, después de Gérard de Nerval, esta observación tan verdadera, tan evidente, tan importante, tan esencial, tan misteriosa que todas las conciencias modernas olvidan regularmente: el hombre pasa al menos un tercio de su vida durmiendo. El hecho de no tener en cuenta esta verdad tan simple es suficiente para distorsionar completamente el concepto actual de «vida humana». Este lamentable olvido constituye una de las causas más eficientes de los males actuales y del Cataclismo futuro, -y cercano. Probablemente sea para darme un ejemplo que encierran cada día como botones de bragas, en los asilos de los alienados, a hombres cuyo único crimen es darle a la actividad del sueño un valor igual al que se le otorga tan generosamente a la actividad de vigilia, y que, en consecuencia, ejecutan las órdenes del sueño en la vigilia. Es por esta equitativa concepción de la doble vida que Nerval mismo fue maldecido en el siglo.

Pero sepan, rostros pálidos, que además del sueño, vuelven de derecho a mis territorios fantasmales todos los demás estados humanos que son negativas para actuar, calambres de la voluntad, parálisis repentina del devenir individual, detenciones del flujo metafórico de la conciencia superficial, aberturas hacia las zonas nocturnas, los climas prohibidos donde reina aquel que dice «no» a la vida: «Sí mismo» el impasible.

Y ahora, tomen nota de esta definición de universalidad que someto a los zoólogos: lo que mejor diferencia al hombre del animal es la pipa.

Que se me excuse, en cuanto al último término de este aforismo, por sacrificar la necesidad de imaginar, de «hacer concreto» según el gusto del día, si añado esta explicación simple y clara: según una imagen retórica bien conocida, dando el recipiente por el contenido, por pipa me refiero a todos los productos que sirven, más o menos, para provocar artificialmente la ensoñación. Aquí hay otra verdad banal y muy clara que nunca se piensa, a saber, que todos los hombres de todos los tiempos históricos o prehistóricos, independientemente de su moral, religión o grado de civilización, siempre han utilizado estos productos que la farmacología llama tóxicos: desde los filtros de los antiguos magos y los médicos de todas las tribus primitivas, las hierbas sagradas de los incas, la coca y el peyotl de México, el betel de los oceanianos, el opio chino e hindú, el hachís y todas las variedades de cáñamo asiático y africano hasta los venenos modernos de Europa: éter, tabaco, morfina, heroína, cocaína y el más universal: el alcohol en todas sus formas metropolitanas y coloniales.

 

Monsieur Morphée

Alors que vous m’avez toujours connu débonnaire marchand de dodo, vous vous demandez sans doute quelle nouvelle firme je représente. Mais, ne serait-ce qu’à l’atmosphère délétère qui m’entoure et qui se dégage principalement de mes oreilles de vampire, vous sentez vite intensément et obscurément le plus vaste principe que je propage. Quant à l’exprimer, vous en seriez bien en peine. Au plus près pourrai-je me présenter comme l’industrieux génie de la Mort-dans-la-vie. Je suis le maître de tous les états naturels ou provoqués qui « préfigurent », symbolisent la mort et, partant, participent de son essence. Et ces états tiennent dans une vie humaine une place beaucoup plus importante qu’on ne croit. Je vous rappellerai tout d’abord, après Gérard de Nerval, cette constatation si vraie, si évidente, si importante, si essentielle, si mystérieuse que toutes les consciences modernes oublient régulièrement : l’homme passe au moins un tiers de sa vie à dormir. Le fait de ne pas tenir compte de cette si simple vérité suffit à fausser complètement le concept actuel de « vie humaine ». Ce fâcheux oubli constitue l’une des plus efficientes causes des maux présents et du Cataclysme futur, – et proche. C’est probablement pour me donner un exemple à l’appui que l’on enferme chaque jour comme des boutons de culotte, dans les asiles d’aliénés, des hommes dont le seul crime est de donner à l’activité de rêve une valeur égale à celle dont on gratifie si généreusement l’activité de veille, et qui en conséquence exécutent les ordres du rêve dans la veille. C’est pour cette équitable conception de la vie double que Nerval lui-même fut maudit dans le siècle.

Mais sachez-le, faces pâles, outre le sommeil reviennent de droit à mes territoires fantômes tous les autres états humains qui sont des refus d’agir, des crampes de la volonté, des paralysies soudaines du devenir individuel, des arrêts du flux métaphorique de la conscience superficielle, des trouées vers les zones nocturnes, les climats interdits où règne celui qui dit « non » à la vie : « Soi » l’impassible.

Et maintenant, notez cette définition d’universalité que je soumets aux zoologues : ce qui différencie le mieux l’homme de l’animal c’est la pipe.

Qu’on m’excuse, quant au dernier terme de cet aphorisme, de sacrifier au besoin d’imaginer, de « faire concret » selon le goût du jour, si j’ajoute cette explication simple et lucide : selon une image de rhétorique bien connue, donnant le contenant pour le contenu, par pipe j’entends tous les produits qui servent, plus ou moins, à provoquer artificiellement la rêverie. Voici encore une vérité banale et très claire à laquelle on ne pense jamais, c’est à savoir que tous les hommes de tous les temps historiques ou préhistoriques, quels que soient leur morale, leur religion ou leur degré de civilisation, ont toujours usé de ces produits que la pharmacologie nomme toxiques : depuis les philtres des magiciens antiques et des médecine-men de toutes les tribus primitives, les herbes saintes des Incas, la coca et le peyotl du Mexique, le bétel à mâcher des Océaniens, l’opium chinois et hindou, le haschisch et toutes les variétés de chanvres asiatiques et africains jusqu’aux poisons modernes de l’Europe : éther, tabac, morphine, héroïne, cocaïne et au plus universel : l’alcool sous toutes ses formes métropolitaines et coloniales.

 

Extraído de Roger Gilbert-Lecomte. Monsieur Morphée Empoisonneur public. Éditions Allia. 2014.

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