Grigore Alexandrescu

Grigore Alexandrescu — Los cuervos y la cigüeña

Hasta que los cadáveres innumerables/ Yacían en montones sin enterrar./ Los cuervos rápidamente se enteraron;/ Hambrientos por la presa, se lanzaron

Grigore Alexandrescu (1810-1885) fue un poeta rumano nacido en la ciudad de Teleorman en 1810. Grigore Alexandrescu creció en una familia de campesinos y gracias a su talento literario, pudo estudiar en la capital, Bucarest, donde se convirtió en periodista y comenzó a publicar poesía y prosa en periódicos locales. En 1853, su esposa murió trágicamente en un incendio. Años después, su hijo murió en un accidente en el Danubio, lo que agravó aún más su dolor. Grigore Alexandrescu pasó los últimos años de su vida en la pobreza y la enfermedad, y murió en 1885 en un hospital de Bucarest. Pese a todo, su obra trascendió y fue considerada como un hito en la literatura rumana.

 

— Άπώλεια

 

 

Los cuervos y la cigüeña

 

En una llanura

Amplia, rica,

Una vez tuvo lugar

Una batalla

Dura, terrible, sin precedentes,

Hasta que los cadáveres innumerables

Yacían en montones sin enterrar.

Los cuervos rápidamente se enteraron;

Hambrientos por la presa, se lanzaron

Y con prisa

Llegaron allí.

Y después de comer y beber

Mucha sangre, empezaron

Con una voz aterradora

A cantar su cena.

La cigüeña, sensible

Que ama al hombre

Y se nutre cerca de él,

Al verlos desde lejos

Les gritó:

«¿Cómo es posible

Tal descaro?

¿Es este el lugar para una cena?

¿La hora para el placer,

En una tierra de duelo, en un día de dolor?

Las madres lloran a sus hijos;

La fuente de la riqueza,

El campo, está arruinado,

Y ustedes se atiborran

Y cantan!»

-«Perdónanos por esto»,

Respondió de repente,

La multitud oscura

– «El hombre puede arruinarse,

Pero nosotros estamos en paz

Y nos hemos saciado mucho».

Aquellos que se aprovecharon de la difícil suerte,

Que por extraños en puestos, en rangos se elevaron,

Que por traiciones, bajezas, hoy son grandes, ricos,

Tal vez incluso condecorados,

En mi opinión, son cuervos descarados.

Pero me gustaría que me dijeran, señores lectores,

(Porque yo hablo de un país

Totalmente imaginario)

¿Encontramos en nosotros tales mortales?

Si tienen una idea tan pobre de los hombres,

Dejo toda la responsabilidad en ustedes.

 

 

CORBI SI BARZA

 

Pe o cîmpie
Mare, bogata,
Urma odata
O batalie
Aspra, cumplita, neasemanata,
Încît cadavre nenumarate
Zaceau gramada neîngropate.
Corbii îndata luara stire;
Lacomi de prada, ei navalira,
Si cu grabire
Aci sosira.
Si dupa ce mîncara, si dupa ce baura
Mult sînge, începura
C-un glas îngrozitor
Sa cînte cina lor.

Barza cea simtitoare,
Care pe om iubeste
Si-n preajma-i se nutreste,
Vazîndu-i, de departe
Le striga: „Cum se poate
Asa nerusinare?
E locul pentru cina? e ora de placere,
Pe un pamînt de doliu, în ziua de durere?
Mumele îsi plîng fiii;
Izvorul bogatiei,
Cîmpul, e ruinat,
Iar voi va îndopati,
Si cîntati!“
— „D-aceasta ne iertati —
Raspunse deodata,
Ceata întunecata —
Omului cît îi place
Poate fi ruinat,
Dar noi suntem în pace
Si mult ne-am îngrasat.“

Acei ce de a tarei grea soarta profitara,
Ce de streini în posturi, în ranguri se-naltara,
Ce prin tradari, basete, sînt astazi mari, bogati,
Poate si decorati,
Dupa a mea parere, sînt corbi nerusinati.

Dar as dori sa-mi spuneti, domnilor cititori,
(Caci eu vorbesc d-o tara
De tot imaginara)
La noi sa afla oare astfel de muritori?
Daca aveti de oameni idee asa proasta,
Las raspunderea toata asupra dumneavoastra.

 

Extraído de Alexandrescu, Grigore. Fabule. Editura Minerva, 1985.

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