Samuel Taylor Coleridge

Samuel Taylor Coleridge — El calabozo

Samuel Taylor Coleridge, nacido el 21 de octubre de 1772 en Devonshire, Inglaterra, fue un poeta, crítico y filósofo inglés, reconocido por su contribución al movimiento romántico en la literatura.

A lo largo de su juventud, Coleridge padeció varios problemas de salud y adicciones, especialmente al opio. A causa de estos mismos problemas, comenzó a caer en la ruina, se alejó de su familia y su matrimonio con Sarah Fricker se quebró.

En sus últimos años, su salud se deterioró aún más, agravada por el uso continuo del opio. Falleció el 25 de julio de 1834 en Highgate, Londres, a los 61 años. La causa exacta de su muerte se atribuye a problemas cardíacos derivados de su adicción.

El Calabozo

¡Y este lugar lo hicieron nuestros antepasados para el hombre!
Este es el resultado de nuestro amor y sabiduría,
para cada pobre hermano que nos ofende,
tal vez el más inocente, ¿y si fuera culpable?
¿Es esta la única cura? ¡Dios misericordioso!
Cada poro y salida natural se marchita
por la ignorancia y la asfixiante pobreza,
sus energías retroceden hacia su corazón,
y se estancan y corrompen; hasta que, convertidas en veneno,
se desatan sobre él, como una horrible plaga;
entonces llamamos a nuestros engreídos charlatanes,
¡y esta es su mejor cura! desconsolada
y solitaria, gimiendo y lágrimas,
y rostros salvajes, en la hora de los grilletes,
vistos a través de los vapores y neblinas de su calabozo,
¡por el lúgubre crepúsculo de la lámpara! Así yace
rodeado de maldad, hasta que su alma misma
desfigura su esencia, irremediablemente deformada
por visiones cada vez más horribles.
Con otras atenciones, tú, ¡oh naturaleza!,
sanas a tu hijo errante y enfermo:
derramas sobre él tus suaves influencias,
tus tonalidades soleadas, formas hermosas y dulzuras,
tus melodías de bosques, vientos y aguas,
hasta que se ablanda y ya no puede soportar
ser un ser discordante y disonante,
en medio de este baile general y músicas;
pero, estallando en lágrimas, recupera su camino,
su espíritu iracundo curado y armonizado
por el toque benévolo del amor y la belleza.

The Dungeon

And this place our forefathers made for man!
This is the process of our love and wisdom,
To each poor brother who offends against us –
Most innocent, perhaps – and what if guilty?
Is this the only cure? Merciful God?
Each pore and natural outlet shrivell’d up
By ignorance and parching poverty,
His energies roll back upon his heart,
And stagnate and corrupt; till changed to poison,
They break out on him, like a loathsome plague-spot;
Then we call in our pamper’d mountebanks –
And this is their best cure! uncomforted
And friendless solitude, groaning and tears,
And savage faces, at the clanking hour,
Seen through the steams and vapour of his dungeon,
By the lamp’s dismal twilight! So he lies
Circled with evil, till his very soul
Unmoulds its essence, hopelessly deformed
By sights of ever more deformity!
With other ministrations thou, O nature!
Healest thy wandering and distempered child:
Thou pourest on him thy soft influences,
Thy sunny hues, fair forms, and breathing sweets,
Thy melodies of woods, and winds, and waters,
Till he relent, and can no more endure
To be a jarring and a dissonant thing,
Amid this general dance and minstrelsy;
But, bursting into tears, wins back his way,
His angry spirit healed and harmonized
By the benignant touch of love and beauty.

Extraído de Samuel Taylor Coleridge. The complete poems. Penguin Books, 1997.

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