Homero

Homero — Odisea, vv. 93-157

«Escuchad, regidores y jefes del pueblo feacio,/ satisfecho nos tiene ya el gusto la buena comida/ y la lira también, compañera del rico banquete;/ vamos fuera, por tanto, probemos en todos los juegos/ nuestras fuerzas y así pueda el huésped contar a los suyos,/ cuando vuelva a su hogar, la ventaja que a todos sacamos/ en luchar con el cuerpo y los puños y en salto y carrera.»

Homero, el poeta supremo de la antigua Grecia, es una figura envuelta en un desconocido. Dentro de los estudios literarios, hasta el día de hoy existen tres perspectivas principales que ofrecen diferentes visiones de su vida y obra.

Según la primera versión, Homero es retratado como un aedo ciego, cuya inspiración proviene directamente de las Musas. Heródoto, el historiador griego del siglo V a.C., menciona esta tradición en sus «Historias», vinculando a Homero con la isla de Quíos, convirtiéndose así en su primer biógrafo. También existe una obra conocida como el «Vida de Homero», erróneamente atribuida a Heródoto, que presenta a Homero como un aedo dotado por las Musas.

La segunda perspectiva, propuesta por Friedrich August Wolf en el siglo XVIII, sugiere que Homero podría haber sido una figura literaria colectiva. Wolf plantea esta idea en su obra «Prolegómenos a la crítica de Homero», argumentando que las epopeyas homéricas podrían haber surgido de una tradición oral mantenida por varios aedos. En el siglo XX, Milman Parry y Albert Lord desarrollaron la teoría de la «composición oral», que sugiere que estas obras fueron el resultado de contribuciones de diferentes poetas a lo largo del tiempo.

Por último, algunos eruditos contemporáneos como Martin L. West y Barry B. Powell defienden la idea de que Homero fue un poeta histórico que basó sus obras en eventos reales. West, un destacado filólogo clásico, ha argumentado a favor de la historicidad de Homero y sugiere que las epopeyas reflejan hechos reales. Powell, otro erudito de la literatura clásica, respalda esta perspectiva al afirmar que Homero se inspiró en eventos auténticos para componer sus obras.

Estas tres visiones ofrecen un panorama completo de las diferentes interpretaciones sobre la vida y la naturaleza de Homero, dejando a los estudiosos de la literatura clásica inmersos en un fascinante enigma que perdura y nutre los estudios clásicos, míticos y poéticos hasta el día de hoy.

 

 

Odisea — VIII, vv. 93-157

 

No hubo nadie en verdad que notara sus llantos; Alcínoo
solamente al hallarse más cerca observándolo estaba.
Diose cuenta de todo al oír sus profundos suspiros
y sin más dijo así a los feacios, gozosos remeros:

«Escuchad, regidores y jefes del pueblo feacio,
satisfecho nos tiene ya el gusto la buena comida
y la lira también, compañera del rico banquete;
vamos fuera, por tanto, probemos en todos los juegos

nuestras fuerzas y así pueda el huésped contar a los suyos,
cuando vuelva a su hogar, la ventaja que a todos sacamos
en luchar con el cuerpo y los puños y en salto y carrera.»
Tal diciendo marchó por delante, siguieron los otros;

desprendiendo el heraldo del gancho la lira sonora
a Demódoco asió por la mano, condújolo fuera
del salón y guiolo después por el mismo camino
que llevaban los nobles feacios a ver el certamen.

Hacia el ágora iban: seguíanlo millares de hombres,
multitud incontable. Pusiéronse en pie luego muchos
y esforzados mancebos: Acróneo y Ocíalo y Elatres;
levantáronse Nautes y Primnes, Anquíalo y Eretmes

y siguiéronlos Pontes y Prores, Toón y Ambesíneo
y con ellos Anfíalo, el varón que engendró Polineo
el Tectónida; Euríalo el de Náubolo, igual al dios Ares
homicida, en belleza y en cuerpo mejor que ninguno

de los otros feacios después del cabal Laodamante.
Y se alzaron también los tres hijos de Alcínoo intachable,
Laodamante seguido de Halio y el gran Clitoneo.
La carrera ante todo ensayaron: tomaron la linde

de que habían de partir, a la llana salieron a un tiempo,
se lanzaron veloces alzando una gran polvareda
y el cabal Clitoneo ganoles con mucho a los otros:
cuanto alcanza al arar en barbecho yugada de mulas

les sacó de ventaja al volver donde estaba la gente.
En la lucha penosa probáronse luego y Euríalo
la partida ganó a los mejores; Anfíalo en el salto
a ninguno del pueblo encontró superior, mas Elatres

en el disco su fuerza mostró sobre todos y un púgil
no se halló como el buen Laodamante, nacido de Alcínoo.
Cuando ya les sació el corazón el placer de los juegos,
Laodamante, el nacido de Alcínoo, les dijo a los otros:

«Mis amigos, venid: preguntemos al huésped si sabe
y ha probado algún juego; en verdad no es de vil contextura:
recios pies, recios muslos, las manos entrambas fornidas,
es robusto su cuello, respira vigor, ni le falta

juventud; pero está quebrantado por males sin cuento.
Bien me digo que no hay otra plaga que igual que el océano
desbarate y dé fin a un varón por más fuerte que sea.»
Mas Euríalo dejándose oír contestó de este modo:

«Laodamante, has hablado en verdad con gran tino; mas anda,
ve tú mismo a invitarlo y discurre lo que has de decirle.»
Al oír sus palabras el prócer nacido de Alcínoo,

fue a ponerse en mitad del concurso y habló con Ulises:
«¡Padre huésped, ven tú con nosotros, comparte los juegos,
si es que alguno aprendiste! Sin duda que ya los conoces,
pues no existe una gloria mayor para el hombre que aquello

que realizan sus pies y sus manos. Acude a la prueba
y disipa las cuitas que afligen tu alma, que poco
se habrá ya de tardar tu partida: la nave en las olas
fondeada se halla y a punto los buenos remeros.»

Contestando a su vez dijo Ulises, el fértil en trazas:
«Laodamante, ¿por qué me afligís con tamaña propuesta?
Otras cosas preocupan mi alma, que no vuestros juegos:
ya en mi vida sufrí grandes penas y muchos trabajos

y heme ahora en mitad de vosotros buscando el regreso
a mi hogar que del rey he pedido y del pueblo este todo.»

 

 

Ὀδύσσεια — Θ, vv 93-157

 

ἔνθ᾽ ἄλλους μὲν πάντας ἐλάνθανε δάκρυα λείβων,
Ἀλκίνοος δέ μιν οἶος ἐπεφράσατ᾽ ἠδ᾽ ἐνόησεν
ἥμενος ἄγχ᾽ αὐτοῦ, βαρὺ δὲ στενάχοντος ἄκουσεν.
αἶψα δὲ Φαιήκεσσι φιληρέτμοισι μετηύδα:
‘κέκλυτε, Φαιήκων ἡγήτορες ἠδὲ μέδοντες.
ἤδη μὲν δαιτὸς κεκορήμεθα θυμὸν ἐίσης
φόρμιγός θ᾽, ἣ δαιτὶ συνήορός ἐστι θαλείῃ:
νῦν δ᾽ ἐξέλθωμεν καὶ ἀέθλων πειρηθῶμεν
πάντων, ὥς χ᾽ ὁ ξεῖνος ἐνίσπῃ οἷσι φίλοισιν
οἴκαδε νοστήσας, ὅσσον περιγιγνόμεθ᾽ ἄλλων
πύξ τε παλαιμοσύνῃ τε καὶ ἅλμασιν ἠδὲ πόδεσσιν.’
ὣς ἄρα φωνήσας ἡγήσατο, τοὶ δ᾽ ἅμ᾽ ἕποντο.
κὰδ δ᾽ ἐκ πασσαλόφι κρέμασεν φόρμιγα λίγειαν,
Δημοδόκου δ᾽ ἕλε χεῖρα καὶ ἔξαγεν ἐκ μεγάροιο
κῆρυξ: ἦρχε δὲ τῷ αὐτὴν ὁδὸν ἥν περ οἱ ἄλλοι
Φαιήκων οἱ ἄριστοι, ἀέθλια θαυμανέοντες.
βὰν δ᾽ ἴμεν εἰς ἀγορήν, ἅμα δ᾽ ἕσπετο πουλὺς ὅμιλος,
μυρίοι: ἂν δ᾽ ἵσταντο νέοι πολλοί τε καὶ ἐσθλοί.
ὦρτο μὲν Ἀκρόνεώς τε καὶ Ὠκύαλος καὶ Ἐλατρεύς,
Ναυτεύς τε Πρυμνεύς τε καὶ Ἀγχίαλος καὶ Ἐρετμεύς,
Ποντεύς τε Πρωρεύς τε, Θόων Ἀναβησίνεώς τε
Ἀμφίαλός θ᾽, υἱὸς Πολυνήου Τεκτονίδαο:
ἂν δὲ καὶ Εὐρύαλος, βροτολοιγῷ ἶσος Ἄρηϊ,
Ναυβολίδης, ὃς ἄριστος ἔην εἶδός τε δέμας τε
πάντων Φαιήκων μετ᾽ ἀμύμονα Λαοδάμαντα.
ἂν δὲ ἔσταν τρεῖς παῖδες ἀμύμονος Ἀλκινόοιο,
Λαοδάμας θ᾽ Ἅλιός τε καὶ ἀντίθεος Κλυτόνηος.
οἱ δ᾽ ἦ τοι πρῶτον μὲν ἐπειρήσαντο πόδεσσι.
τοῖσι δ᾽ ἀπὸ νύσσης τέτατο δρόμος: οἱ δ᾽ ἅμα πάντες
καρπαλίμως ἐπέτοντο κονίοντες πεδίοιο:
τῶν δὲ θέειν ὄχ᾽ ἄριστος ἔην Κλυτόνηος ἀμύμων:
ὅσσον τ᾽ ἐν νειῷ οὖρον πέλει ἡμιόνοιιν,
τόσσον ὑπεκπροθέων λαοὺς ἵκεθ᾽, οἱ δ᾽ ἐλίποντο.
οἱ δὲ παλαιμοσύνης ἀλεγεινῆς πειρήσαντο:
τῇ δ᾽ αὖτ᾽ Εὐρύαλος ἀπεκαίνυτο πάντας ἀρίστους.
ἅλματι δ᾽ Ἀμφίαλος πάντων προφερέστατος ἦεν:
δίσκῳ δ᾽ αὖ πάντων πολὺ φέρτατος ἦεν Ἐλατρεύς,
πὺξ δ᾽ αὖ Λαοδάμας, ἀγαθὸς πάϊς Ἀλκινόοιο.
αὐτὰρ ἐπεὶ δὴ πάντες ἐτέρφθησαν φρέν᾽ ἀέθλοις,
τοῖς ἄρα Λαοδάμας μετέφη πάϊς Ἀλκινόοιο:
‘δεῦτε, φίλοι, τὸν ξεῖνον ἐρώμεθα εἴ τιν᾽ ἄεθλον
οἶδέ τε καὶ δεδάηκε. φυήν γε μὲν οὐ κακός ἐστι,
μηρούς τε κνήμας τε καὶ ἄμφω χεῖρας ὕπερθεν
αὐχένα τε στιβαρὸν μέγα τε σθένος: οὐδέ τι ἥβης
δεύεται, ἀλλὰ κακοῖσι συνέρρηκται πολέεσσιν:
οὐ γὰρ ἐγώ γέ τί φημι κακώτερον ἄλλο θαλάσσης
ἄνδρα γε συγχεῦαι, εἰ καὶ μάλα καρτερὸς εἴη.’
τὸν δ᾽ αὖτ᾽ Εὐρύαλος ἀπαμείβετο φώνησέν τε:
‘Λαοδάμα, μάλα τοῦτο ἔπος κατὰ μοῖραν ἔειπες.
αὐτὸς νῦν προκάλεσσαι ἰὼν καὶ πέφραδε μῦθον.’
αὐτὰρ ἐπεὶ τό γ᾽ ἄκουσ᾽ ἀγαθὸς πάϊς Ἀλκινόοιο,
στῆ ῥ᾽ ἐς μέσσον ἰὼν καὶ Ὀδυσσεῖ προσέειπε:
‘δεῦτε, φίλοι, τὸν ξεῖνον ἐρώμεθα εἴ τιν᾽ ἄεθλον
οἶδέ τε καὶ δεδάηκε. φυήν γε μὲν οὐ κακός ἐστι,
μηρούς τε κνήμας τε καὶ ἄμφω χεῖρας ὕπερθεν
αὐχένα τε στιβαρὸν μέγα τε σθένος: οὐδέ τι ἥβης
δεύεται, ἀλλὰ κακοῖσι συνέρρηκται πολέεσσιν:
οὐ γὰρ ἐγώ γέ τί φημι κακώτερον ἄλλο θαλάσσης
ἄνδρα γε συγχεῦαι, εἰ καὶ μάλα καρτερὸς εἴη.

 

Extraído de Homero. La Odisea. Traducción de José Manuel Pabón.

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