Calímaco, nacido alrededor del año 310 a.C. en la prominente ciudad griega de Cirene, actual Libia, emergió como poeta, erudito y bibliotecario en la efervescente Alexandria del siglo III a.C. Criado en el seno de una familia influyente, recibió su educación en la capital de los reyes Ptolomeos de Egipto. Aunque su infancia estuvo marcada por la prosperidad, su juventud transcurrió en la penuria mientras ejercía como maestro en las afueras de la ciudad. Fue bajo el mecenazgo del rey Ptolomeo II Filadelfo que Calímaco encontró su destino en la Biblioteca de Alexandria.
Compiló los Pinakes, una exhaustiva catalogación de toda la literatura griega, y escribió más de 800 obras literarias, abarcando una amplia variedad de géneros. Su filosofía estética, conocida como calimaqueanismo, abogaba por la refinada elegancia sobre la grandilocuencia épica, lo que lo distinguió de sus contemporáneos. Aunque compartió similitudes con poetas como Arato, Apolonio de Rodas y Teócrito, Cllímaco se dedicó a temas pequeños, recónditos y a menudo oscuros.
En medio de su producción prolífica, solo una pequeña parte de su obra poética ha llegado hasta nuestros días. La tragedia de la pérdida se profundiza con su muerte en circunstancias desconocidas, pero probablemente ocurrida después del año 240 a.C.
A APOLO
¡Cómo tiembla la rama de laurel de Apolo!
¡Cómo tiembla toda su morada! Lejos, lejos,
de aquí todo lo impío. Febo golpea
las puertas con su pie divino.
De repente, la palma de Delfos se inclina dulcemente,
¿no lo ves? y el canto hermoso del cisne se difunde en el aire.
¡Abrid, cerrojos de las puertas!
¡Girad, llaves! El dios no está lejos.
Y ustedes, jóvenes, prepárense para el canto y la danza.
Apolo no se revela a todos, sino solo a aquel que es virtuoso.
Aquel que lo ve, es feliz, y aquel que no, es desdichado.
Te veremos, oh Flechador, y nunca seremos desdichados.
Que los jóvenes no dejen en silencio la lira
ni el paso sin sonido cuando Febo esté en su morada,
si planean casarse y ver envejecer sus cabellos,
y si la muralla debe permanecer sobre sus antiguos cimientos.
Me alegra ver a los jóvenes, porque su lira ya no está ociosa.
Guarden silencio mientras escuchan el canto de Apolo.
Ya sea la cítara o el arco, estas son las herramientas de Febo Licoreo.
Ni siquiera Tetis, madre de Aquiles, se aflige en vano,
cuando escucha el himno, himno resonante.
La roca, llorosa, posterga sus penas,
en Frigia yace inmóvil, un mármol
en vez de mujer, que lamento arroja.
¡Cantad, cantad! No es sabio rivalizar con los bienaventurados.
Quien combate a ellos, mi rey desafía; quien a mi rey, también a Apolo.
Honrará al coro, el dios, si a su voluntad entona.
Pues a la diestra de Zeus, él se halla.
No solo un día el coro a Febo entonará;
en muchos himnos, ha de celebrarse.
¡Qué fácil es cantar a Febo! De oro, su manto, y la túnica que ceñida lleva;
de oro, su lira, el arco Lictio, y la aljaba;
de oro, sus sandalias. Todo él, Apolo, riqueza,
oro puro: Pito testifica tal hecho.
Siempre joven, siempre bello.
Jamás la barba rozó las tiernas mejillas de Febo.
Perfume esparcen sus cabellos,
mas no de aceite aromático, sino de panacea misma.
Donde caen sus gotas, la inmortalidad acontece.
En artes, ninguno como Apolo.
Arquero, poeta, ambas son sus virtudes.
A él pertenecen profetas, adivinos.
Él enseñó a los médicos el arte de vencer a la muerte.
Nomio, lo invocamos también,
cuando en las riberas del Anfriso,
a las yeguas cuidaba, ardiente de deseo por el joven Admeto.
Fácilmente el ganado se multiplicará,
y las cabras de los rebaños no carecerán de crías,
si Apolo fija en ellas, mientras pacen, sus ojos.
Las ovejas darán leche y no permanecerán estériles,
y todas tendrán descendencia,
y la que sólo parió una cría dará a luz en seguida gemelos.
Siguiendo a Febo planearon los hombres sus ciudades,
pues Febo se complace siempre en la fundación de ciudades,
y el propio Febo construye los cimientos.
Tenía cuatro años cuando lo hizo por primera vez en la bella Ortigia, cerca del lago circular.
Cuando volvía de la caza, Ártemis traía cabezas de cabras Cintíades,
y Apolo edificó con ellas un altar: de cuernos hizo el basamento,
con cuernos ajustó el altar, córneos eran los muros que puso alrededor.
Así aprendió por vez primera Febo a erigir los cimientos de las ciudades.
Fue también Febo quien indicó a Bato mi ciudad de suelo fecundo,
y, en forma de cuervo, a la derecha del fundador, guió la entrada en Libia de su pueblo.
Y juró dar murallas a nuestros reyes.
Apolo siempre es fiel a sus juramentos.
Muchos te llaman Boedromio, Apolo, muchos te llaman Clario;
en todas partes tienes muchos nombres.
Yo te llamo Carneo: así te llaman en mi patria.
Esparta fue, Carneo, tu primera morada;
la segunda fue Tera; la tercera, la ciudad de Cirene.
Un descendiente, el sexto, de Edipo te llevó desde Esparta a la colonia Terea.
Y desde Tera el fuerte Aristóteles te condujo a la tierra Asbístide;
te construyó un hermosísimo santuario e instituyó en la ciudad un sacrificio anual
en el que muchos toros, oh soberano, se precipitan por última vez sobre sus flancos.
Hié, hié, Carneo, tan invocado por los suplicantes,
tus altares se cubren en primavera de tantas y tan diversas flores
cuantas las Horas traen cuando el Céfiro sopla rocío,
y en invierno, de dulce azafrán. Para ti brilla siempre el fuego inextinguible,
y nunca se amontona la ceniza sobre el carbón de ayer.
Grande alegría sintió Febo cuando llegado el tiempo de las sagradas fiestas Carneas,
los guerreros de Enio, ceñidos para el combate, danzaron entre las rubias Libias.
No habían podido aún los Dorios acercarse a las fuentes de Cire;
habitaban Acilis, de espesos valles. El propio Soberano los vio
y los mostró a su ninfa desde lo alto de la cumbre Mirtusa,
allí donde la Hipseide mató al león que devastaba los rebaños de Eurípilo.
No vio otro coro Apolo más divino que aquél,
ni otorgó a ninguna ciudad tantos beneficios como a Cirene,
en recuerdo del rapto de antaño.
Y los Batíadas veneraron a Febo sobre todos los dioses.
Hié, hié peán oímos: fue el primer estribillo que inventó el pueblo Delfo para ti,
al tiempo que mostraste tu habilidad con el arco de oro.
Hacia Pito te dirigías cuando salió a tu encuentro la prodigiosa fiera,
la terrible serpiente. Tú la mataste, disparándole, una tras otra, agudas flechas.
Y gritó el pueblo: «Hié, hié peán, lanza tus dardos. Ya te engendró tu madre como auxiliador».
Desde entonces se te saluda así.
La Envidia habló furtivamente al oído de Apolo:
«No me gusta el aedo cuyo canto no es como el mar».
Apolo rechazó a la Envidia con el pie y dijo así:
«Grande es la corriente del río Asirio,
pero arrastra en sus aguas muchos lodos y muchas inmundicias.
A Deo no le llevan las abejas agua de cualquier procedencia,
sino el pequeño chorro que mana, sin mancha y puro,
de la fuente sacra: la suprema delicia». Salud soberano.
Y que el Reproche vaya también adonde está la Envidia.
εἰς Ἀπόλλωνα
οἷον ὁ τὠπόλλωνος ἐσείσατο δάφνινος ὅρπηξ,
οἷα δ᾽ ὅλον τὸ μέλαθρον: ἑκάς, ἑκὰς ὅστις ἀλιτρός.
καὶ δή που τὰ θύρετρα καλῷ ποδὶ Φοῖβος ἀράσσει:
οὐχ ὁράᾳς; ἐπένευσεν ὁ Δήλιος ἡδύ τι φοῖνιξ
ἐξαπίνης, ὁ δὲ κύκνος ἐν ἠέρι καλὸν ἀείδει.
αὐτοὶ νῦν κατοχῆες ἀνακλίνεσθε πυλάων,
αὐταὶ δὲ κληῖδες: ὁ γὰρ θεὸς οὐκέτι μακρήν:
οἱ δὲ νέοι μολπήν τε καὶ ἐς χορὸν ἐντύνεσθε.
ὡπόλλων οὐ παντὶ φαείνεται, ἀλλ᾽ ὅ τις ἐσθλός:
ὅς μιν ἴδῃ, μέγας οὗτος, ὃς οὐκ ἴδε, λιτὸς ἐκεῖνος.
ὀψόμεθ᾽, ὦ Ἑκάεργε, καὶ ἐσσόμεθ᾽ οὔποτε λιτοί.
μήτε σιωπηλὴν κίθαριν μήτ᾽ ἄψοφον ἴχνος
τοῦ Φοίβου τοὺς παῖδας ἔχειν ἐπιδημήσαντος,
εἰ τελέειν μέλλουσι γάμον πολιήν τε κερεῖσθαι,
ἑστήξειν δὲ τὸ τεῖχος ἐπ᾽ ἀρχαίοισι θεμέθλοις.
ἠγασάμην τοὺς παῖδας, ἐπεὶ χέλυς οὐκέτ᾽ ἀεργός.
εὐφημεῖτ᾽ ἀίοντες ἐπ᾽ Ἀπόλλωνος ἀοιδῇ.
εὐφημεῖ καὶ πόντος, ὅτε κλείουσιν ἀοιδοὶ
ἢ κίθαριν ἢ τόξα, Λυκωρέος ἔντεα Φοίβου.
οὐδὲ Θέτις Ἀχιλῆα κινύρεται αἴλινα μήτηρ,
ὁππόθ᾽ ἱὴ παιῆον ἱὴ παιῆον ἀκούσῃ.
καὶ μὲν ὁ δακρυόεις ἀναβάλλεται ἄλγεα πέτρος,
ὅστις ἐνὶ Φρυγίῃ διερὸς λίθος ἐστήρικται,
μάρμαρον ἀντὶ γυναικὸς ὀιζυρόν τι χανούσης.
ἱὴ ἱὴ φθέγγεσθε: κακὸν μακάρεσσιν ἐρίζειν.
ὃς μάχεται μακάρεσσιν, ἐμῷ βασιλῆι μάχοιτο:
ὅστις ἐμῷ βασιλῆι, καὶ Ἀπόλλωνι μάχοιτο.
τὸν χορὸν ὡπόλλων, ὅ τι οἱ κατὰ θυμὸν ἀείδει,
τιμήσει: δύναται γάρ, ἐπεὶ Διὶ δεξιὸς ἧσται.
οὐδ᾽ ὁ χορὸς τὸν Φοῖβον ἐφ᾽ ἓν μόνον ἦμαρ ἀείσει,
ἔστι γὰρ εὔυμνος: τίς ἂν οὐ ῥέα Φοῖβον ἀείδοι;
χρύσεα τὠπόλλωνι τό τ᾽. ἐνδυτὸν ἥ τ᾽ ἐπιπορπὶς
ἥ τε λύρη τό τ᾽ ἄεμμα τὸ Λύκτιον ἥ τε φαρέτρη,
χρύσεα καὶ τὰ πέδιλα: πολύχρυσος γὰρ Ἀπόλλων.
καὶ δὲ πολυκτέανος: Πυθῶνί κε τεκμήραιο.
καὶ μὲν ἀεὶ καλὸς καὶ ἀεὶ νέος: οὔποτε Θοίβου
θηλείῃσ᾽ οὐδ᾽ ὅσσον ἐπὶ χνόος ἦλθε παρειαῖς.
αἱ δὲ κόμαι θυόεντα πέδῳ λείβουσιν ἔλαια:
οὐ λίπος Ἀπόλλωνος ἀποοτάζουσιν ἔθειραι,
ἀλλ᾽ αὐτὴν πανάκειαν: ἐν ἄστεϊ δ᾽ ᾧ κεν ἐκεῖναι
πρῶκες ἔραζε πέσωσιν ἀκήρια πάντ᾽ ἐγένοντο.
τέχνῃ δ᾽ ἀμφιλαφὴς οὔ τις τόσον ὅσσον Ἀπόλλων:
κεῖνος ὀιστευτὴν ἔλαχ᾽ ἀνέρα, κεῖνος ἀοιδὸν
Φ̔οίβῳ γὰρ καὶ τόξον ἐπιτρέπεται καὶ ἀοιδή᾽,
κείνου δὲ θριαὶ καὶ μάντιες: ἐκ δέ νυ Φοίβου
ἰητροὶ δεδάασιν ἀνάβλησιν θανάτοιο.
Φοῖβον καὶ Νόμιον κικλήσκομεν ἐξέτι κείνου,
ἐξότ᾽ ἐπ᾽ Ἀμφρυσσῷ ζευγίτιδας ἔτρεφεν ἵππους
ἠιθέου ὑπ᾽ ἔρωτι κεκαυμένος Ἀδμήτοιο.
ῥεῖά κε βουβόσιον τελέθοι πλέον, οὐδέ κεν αἶγες
δεύοιντο βρεφέων ἐπιμηλάδες ᾗδιν Ἀπόλλων
βοσκομένῃσ᾽ ὀφθαλμὸν ἐπήγαγεν: οὐδ᾽ ἀγάλακτες
οἴιες οὐδ᾽ ἄκυθοι, πᾶσαι δέ κεν εἶεν ὕπαρνοι,
ἡ δέ κε μουνοτόκος διδυμητόκος αἶψα γένοιτο.
Φοίβῳ δ᾽ ἑσπόμενοι πόλιας διεμετρήσαντο
ἄνθρωποι: Φοῖβος γὰρ ἀεὶ πολίεσσι φιληδεῖ
κτιζομένῃσ᾽, αὐτὸς δὲ θεμείλια Φοῖβος ὑφαίνει.
τετραέτης τὰ πρῶτα θεμείλια Φοῖβος ἔπηξε
καλῇ ἐν Ὀρτυγίῃ περιηγέος ἐγγύθι λίμνης.
Ἄρτεμις ἀγρώσσουσα καρήατα συνεχὲς αἰγῶν
Κυνθιάδων φορέεσκεν, ὁ δ᾽ ἔπλεκε βωμὸν Ἀπόλλων.
δείματο μὲν κεράεσσιν ἐδέθλια, πῆξε δὲ βωμὸν
ἐκ κεράων, κεραοὺς δὲ πέριξ ὑπεβάλλετο τοίχους.
ὧδ᾽ ἔμαθεν τὰ πρῶτα θεμείλια Φοῖβος ἐγείρειν.
Φοῖβος καὶ βαθύγειον ἐμὴν πόλιν ἔφρασε Βάττῳ
καὶ Λιβύην ἐσιόντι κόραξ ἡγήσατο λαῷ
δεξιὸς οἰκιστῆρι καὶ ὤμοσε τείχεα δώσειν
ἡμετέροις βασιλεῦσιν: ἀεὶ δ᾽ εὔορκος Ἀπόλλων.
ὤπολλον, πολλοί σε Βοηδρόμιον καλέουσι,
πολλοὶ δὲ Κλάριον, πάντη δέ τοι οὔνομα πογλύ:
αὐτὰρ ἐγὼ Καρνεῖον: ἐμοὶ πατρώιον οὕτω.
Σπάρτη τοι, Καρνεῖε, τὸ δὴ πρώτιστον ἔδεθλον,
δεύτερον αὖ Θήρη, τρίτατόν γε μὲν ἄστυ Κυρήνης.
ἐκ μέν σε Σπάρτης ἕκτον γένος Οἰδιπόδαο
ἤγαγε Θηραίην ἐς ἀπόκτισιν: ἐκ δέ σε Θήρης
οὖλος Ἀριστοτέλης Ἀσβυστίδι πάρθετο γαίῃ,
δεῖμε δέ τοι μάλα καλὸν ἀνάκτορον, ἐν δὲ πόληι
θῆκε τελεσφορίην ἐπετήσιον, ᾗ ἐνὶ πολλοὶ
ὑστάτιον πίπτουσιν ἐπ᾽ ἰσχίον, ὦ ἄνα, ταῦροι.
ἱὴ ἱὴ Καρνεῖε πολύλλιτε, σεῖο δὲ βωμοὶ
ἄνθεα μὲν φορέουσιν ἐν εἴαρι τόσσα περ Ὧραι
ποικίλ᾽ ἀγινεῦσι ζεφύρου πνείοντος ἐέρσην,
χείματι δὲ κρόκον ἡδύν: ἀεὶ δέ τοι ἀέναον πῦρ,
οὐδέ ποτε χθιζὸν περιβόσκεται ἄνθρακα τέφρη.
ἦ ῥ᾽ ἐχάρη μέγα Φοῖβος, ὅτε ζωστῆρες Ἐνυοῦς
ἀνέρες ὠρχήσαντο μετὰ ξανθῇσι Λιβύσσαις,
τέθμιαι εὖτέ σφιν Καρνειάδες ἤλυθον ὧραι.
οἱ δ᾽ οὔπω πηγῇσι Καρνειάδες ἤλυθον ὧραι.
Δωριέες, πυκινὴν δὲ νάπαις Ἄζιλιν ἔναιον.
τοὺς μὲν ἄναξ ἴδεν αὐτός, ἑῇ δ᾽ ἐπεδείξατο νύμφῃ
στὰς ἐπὶ Μυρτούσσης κερατώδεος, ἧχι λέοντα
Ὑψηὶς κατέπεφνε βοῶν σίνιν Εὐρυπύλοιο.
οὐ κείνου χορὸν εἶδε θεώτερον ἄλλον Ἀπόλλων,
οὐδὲ πόλει τόσ᾽ ἔνειμεν ὀφέλσιμα, τόσσα Κυρήνῃ,
μνωόμενος προτέρης ἁρπακτύος. οὐδὲ μὲν αὐτοὶ
Βαττιάδαι Φοίβοιο πλέον θεὸν ἄλλον ἔτεισαν.
ἱὴ ἱὴ παιῆον ἀκούομεν, οὕνεκα τοῦτο
Δελφός τοι πρώτιστον ἐφύμνιον εὕρετο λαός,
ἦμος ἑκηβολίην χρυσέων ἐπεδείκνυσο τόξων.
Πυθώ τοι κατιόντι συνήντετο δαιμόνιος θήρ,
αἰνὸς ὄφις. τὸν μὲν σὺ κατήναρες ἄλλον ἐπ᾽ ἄλλῳ
βάλλων ὠκὺν ὀιστόν, ἐπηύτησε δὲ λαός,
‘ἱὴ ἱὴ παιῆον, ἵει βέλος.’ εὐθύ σε μήτηρ
γείνατ᾽ ἀοσσητῦρα, τὸ δ᾽ ἐξέτι κεῖθεν ἀείδῃ.
ὁ Φθόνος Ἀπόλλωνος ἐπ᾽ οὔατα λάθριος εἶπεν
‘οὐκ ἄγαμαι τὸν ἀοιδὸν ὃς οὐδ᾽ ὅσα πόντος ἀείδει.’
τὸν Φθόνον ὡπόλλων ποδί τ᾽ ἤλασεν ὧδέ τ᾽ ἔειπεν:
‘Ἀσσυρίου ποταμοῖο μέγας ῥόος, ἀλλὰ τὰ πολλὰ
λύματα γῆς καὶ πολλὸν ἐφ᾽ ὕδατι συρφετὸν ἕλκει.
Δηοῖ δ᾽ οὐκ ἀπὸ παντὸς ὕδωρ φορέουσι Μέλισσαι,
ἤτις καθαρή τε καὶ ἀχράαντος ἀνέρπει
πίδακος ἐξ ἱερῆς ὀλίγη λιβὰς ἄκρον ἄωτον.’
χαῖρε ἄναξ: ὁ δὲ Μῶμος, ἵν᾽ ὁ Φθόνος, ἔνθα νέοιτο.
Extraído de Callimachus (Calímaco). Works. A.W. Mair. London: William Heinemann; New York: G.P. Putnam’s Sons. 1921.