Alberto Savinio es el pseudónimo de Andrea Francesco Alberto de Chirico, quien nace en Atenas, Grecia, en 1891. Fue el hermano menor del famoso pintor Giorgio de Chirico. Savinio desempeñó diferentes oficios artísticos como escritor, pintor, compositor y crítico de arte. Su obra literaria estaba dotada de un estilo surrealista. Durante la Primera Guerra Mundial, se unió al ejército italiano y fue herido en combate. Posteriormente, por problemas nerviosos ingresó a un hospital psiquiátrico. Tras la muerte de su esposa, la actriz y escritora Elsa Debiasi, intentó suicidarse varias veces. Savinio falleció en Roma en 1952, a los 61 años, en condiciones precarias y casi en el olvido.
— Άπώλεια
La cuestión religiosa se había alejado tanto del círculo de cosas hacia las que nuestras intenciones modernas nos llevaban, que la creía desaparecida para siempre detrás de la pantalla de las inutilidades.
Pensaba: la ciencia de las religiones existe. Ya que los estudiosos diseccionan su cadáver, significa que el cuerpo está frío…
Verla reaparecer delante de mí, viva y vivaz bajo nuevos cosméticos… me hizo sentir sorprendido y luego desanimado.
Me parece que un hombre como Papini tendría otros gatos que azotar… nada de bordar sobre las disidencias entre el poder temporal y los remolinos políticos. Y no es suficiente que la guerra haya sacado a la luz tantas cosas horribles que nuestro refinado olfato ya no puede soportar el mal olor; ¿no es suficiente?… ¡¿Y también tenía que ser la religión?!
Si la siguen así, hombres retrógrados, les anuncio solemnemente que me exilio en la Antártida; entre los Lama-Lama. ¡Fuera el cientismo de mí! ¡Tekeleli! ¡tekeleli!
¡Cuidado con los malentendidos! No sabría qué hacer con un papel de sacerdote. ¡Al contrario! Si todos los hombres fueran sacerdotes, guerreros o agricultores: con la Biblia, los comentarios de las guerras galas o las églogas de Virgilio en la mano; ¡y menos bribones! Augusto llama a las religiones. Estoy invadido por el animismo de los fenómenos y las cosas, mucho más de lo que podría estarlo algún cliente del Vaticano. Escucho los llamados del más allá, que a veces incluso me tiran de las solapas de la chaqueta. Venero al ratón invisible que viene cada noche, astuto y cauteloso, a rebuscar entre las provisiones de mi creencia. Cuando la puerta de mi antiguo armario se abre sola – porque la pinza ya no puede retenerla – digo que el alma del armario lo rechaza. Observo las prácticas ascéticas durante los trescientos sesenta y cinco días del año desde Acuario hasta Capricornio. Las tentaciones nocturnas de los íncubos me atormentaban cruelmente; pero recientemente he ideado el antídoto del saquito de musgo, y ahora duermo más tranquilo. Conservo una gratitud filial a San Buenaventura por habernos liberado del formalismo romano, sumergiéndonos en el baño de vapor del misticismo arcaico de los misterios eleusinos y de los sicofantes.
¿Acaso nací en Cambridge para negar esas virtudes proféticas que obtengo de la enseñanza onírica?…
¡El sueño es grande, amigos!… y el más verdadero es el que se hace en el fondo de la noche; y ninguna mente humana ha sido capaz de evocarlo.
La questione religiosa s’era dunque tanto allontanata dal cerchio di cose verso le quali i nostri intendimenti moderni ci facevano propendere, che la credevo sparita per sempre dietro il paravento delle inutilità.
Pensavo: la scienza delle religioni esiste. Poiché gli studiosi ne disseccano il carcame, vuol dire che il cadavere è già freddo…
Vedermela riapparir davanti, vivente e vispa sott’a’ nuovi cosmetici,… ecco m’ha fatto un senso di stupore, poi di scoraggiamento.
Mi pare che un uomo come Papini, avrebbe ben altri gatti da frustare… altro che ricamare su le dissidenze fra il potere temporale e i rimiscugli politici.
E poi non basta che la guerra abbia tirato in ballo tante e tante cose brutte di cui l’olfatto nostro raffinato non è più in grado di sopportare il malodore; non basta?… e ci voleva proprio anche la religione?!…
Se la seguitate così, uomini retrivi, v’annunzio solennemente che m’esilio nell’Antartide; fra i Lama-Lama. Via da me lo scientismo! Tekeleli! tekeleli!
Guai a’ malintesi però! d’un ruolo di mangiapreti io non saprei che farmene. Anzi! fossero tutti gli uomini sacerdoti, o guerrieri, o agricoltori: con la Bibbia, o i commentari delle guerre galliche, o l’egloghe di Virgilio in mano; — e meno mascalzoni!
Auguste chiamo le religioni. Sono invaso dall’animismo dei fenomeni e delle cose, molto più di quanto potrebbe esserlo un qualche cliente del Vaticano. Odo i richiami dell’aldilà, che talvolta mi dà persino degli strappi alle falde della giubba. Venero il sorcio invisibile che ogni sera viene, arguto e cauto, a rovistare fra le provviste della mia credenza. Quando il battente del mio vetusto armadio si spalanca da solo – che la molletta rallentata non sa più rattenerlo – mi dico che l’ anima dell’armadio lo respinge. Osservo le pratiche ascetiche durante i trecentosessantacinque giorni dell’anno – dall’Acquario al Capricorno. Le tentazioni notturne dei succubi mi martoriavano crudelmente; ma di recente ho escogitato l’antidoto del sacchetto di muschio, ed ora dormo più tranquillo. Conservo a san Bonaventura una riconoscenza filiale per averci egli liberati dal formalismo romano, rituffandoci nel bagno a vapore del misticismo arcaico dei misteri eleusini e dei sicofanti.
E sono forse io nato a Cambridge per sconfessare quelle virtù profetiche che traggo dall’insegnamento onirico?…
Grande è il sogno, amici!… e quello è il più vero, che si fa nel profondissimo della notte; e che nessuna mente umana seppe mai rievocare.
Extraído de Savinio, Alberto. Hermaphrodito. Einaudi, 1974. | Traducción Mario Chávez Carmona.