Homero

Homero — Odisea, vv. 149-210

Ser mortal como tú nunca he visto hasta aquí con mis ojos,/ ni mujer ni varón: el asombro me embarga al mirarte;/ una vez solo en Delos, al lado del ara de Apolo,/ una joven palmera advertí que en tal modo se erguía.

Homero, el poeta supremo de la antigua Grecia, es una figura envuelta en un desconocido. Dentro de los estudios literarios, hasta el día de hoy existen tres perspectivas principales que ofrecen diferentes visiones de su vida y obra.

Según la primera versión, Homero es retratado como un aedo ciego, cuya inspiración proviene directamente de las Musas. Heródoto, el historiador griego del siglo V a.C., menciona esta tradición en sus «Historias», vinculando a Homero con la isla de Quíos, convirtiéndose así en su primer biógrafo. También existe una obra conocida como el «Vida de Homero», erróneamente atribuida a Heródoto, que presenta a Homero como un aedo dotado por las Musas.

La segunda perspectiva, propuesta por Friedrich August Wolf en el siglo XVIII, sugiere que Homero podría haber sido una figura literaria colectiva. Wolf plantea esta idea en su obra «Prolegómenos a la crítica de Homero», argumentando que las epopeyas homéricas podrían haber surgido de una tradición oral mantenida por varios aedos. En el siglo XX, Milman Parry y Albert Lord desarrollaron la teoría de la «composición oral», que sugiere que estas obras fueron el resultado de contribuciones de diferentes poetas a lo largo del tiempo.

Por último, algunos eruditos contemporáneos como Martin L. West y Barry B. Powell defienden la idea de que Homero fue un poeta histórico que basó sus obras en eventos reales. West, un destacado filólogo clásico, ha argumentado a favor de la historicidad de Homero y sugiere que las epopeyas reflejan hechos reales. Powell, otro erudito de la literatura clásica, respalda esta perspectiva al afirmar que Homero se inspiró en eventos auténticos para componer sus obras.

Estas tres visiones ofrecen un panorama completo de las diferentes interpretaciones sobre la vida y la naturaleza de Homero, dejando a los estudiosos de la literatura clásica inmersos en un fascinante enigma que perdura y nutre los estudios clásicos, míticos y poéticos hasta el día de hoy.

 

 

Odisea, vv 149-210

 

«Y sin más dijo así con sagaces y blandas palabras:
«Yo te imploro, ¡oh princesa! ¿Eres diosa o mortal? Si eres una
de las diosas que habitan el cielo anchuroso, Artemisa
te creería, la nacida del máximo Zeus: son de ella
tu belleza, tu talla, tu porte gentil. Mas si eres
una más de las muchas mortales que pueblan la tierra,
venturosos tres veces tu padre y tu madre, tres veces
venturosos también tus hermanos. De goces el alma
inundada por ti sentirán al mirar tal renuevo
cuando mueve sus pasos a unirse en los ritmos del coro;
pero aquel venturoso ante todos con mucho en su pecho
que te lleve a su hogar vencedor con sus dones nupciales.
Ser mortal como tú nunca he visto hasta aquí con mis ojos,
ni mujer ni varón: el asombro me embarga al mirarte;
una vez solo en Delos, al lado del ara de Apolo,
una joven palmera advertí que en tal modo se erguía.
Cuando allí vine a dar, larga hueste escoltaba mis pasos
en jornada que había de traerme dolor y desgracias;
y al hallar aquel tronco gran rato quedé sorprendido
entre mí, porque nunca otro igual se elevó de la tierra.
Con el mismo estupor, ¡oh mujer!, contemplándote estoy
y un gran miedo me impide abrazarme a tus pies. Ardua pena
acongoja mi alma; ayer mismo escapé del océano
tras dejar el islote de Ogigia y errar veinte días
entre embates de olas y raudos ciclones y el hado
para nuevas desgracias aquí me arrojó, que no espero
en mis males cesar sin que antes los colmen los dioses.
Pero tú ten, ¡oh reina!, piedad, pues a ti la primera
he llegado tras tanto sufrir y no sé de ninguno
de los hombres que tienen aquí su poblado y sus campos.
Muestra, pues, tu ciudad, dame un paño que cubra mis miembros,
si es que alguno trajiste al venir envolviendo tus ropas,
y los dioses te den todo aquello que ansíes, un esposo,
un hogar, favorézcante en él con la buena concordia,
porque nada en verdad hay mejor ni más rico en venturas
que marido y mujer cuando unidos gobiernan la casa
en un mismo sentir: los malévolos penan, se gozan
los que quieren su bien y ellos mismos alcanzan renombre
sin igual.» Así dijo y Nausícaa de cándidos brazos
contestole a su vez: «Extranjero, pues vil no pareces
ni insensato, ya sabes que Zeus el olimpio da dicha
a los hombres, perversos u honrados, según su talante;
a ti ha dado esos males ahora y es fuerza los sufras
hasta el fin, pero, ya que has llegado a esta tierra, vestidos
por nosotros tendrás y de nada serás defraudado
cuanto debe alcanzar el que arriba infeliz suplicante.
Te guiaré a la ciudad, mas el nombre sabrás ante todo
de sus gentes: la tierra en que estás la poseen los feacios
y la hija soy yo del magnánimo Alcínoo, que tiene
entre ellos el mando y poder.» Así dijo y al punto
a sus siervas gritó de trenzados cabellos: «Muchachas,
deteneos: ¿adónde corréis asustadas tan solo
por la vista de un hombre? ¿Enemigo quizá lo creísteis?
No hay en vida un mortal ni jamás nacerá que se llegue
al país de las gentes feacias a hacernos la guerra;
sobremodo, en efecto, nos aman los dioses, vivimos
apartados en medio del mar y sus olas inmensas,
al extremo del mundo sin mezcla con otros humanos;
pero este que llega no es más que un viajero perdido.
¡Infeliz! Acojámosle: es Zeus quien nos manda a los pobres
y extranjeros errantes que el don más pequeño agradecen.
Dadle, pues, un vestido y un manto, buscad en la orilla
el amparo de algún carasol y bañadlo en el río.»»

 

 

Ὀδύσσεια — H, vv. 149-210

 

γουνοῦμαί σε, ἄνασσα: θεός νύ τις, ἦ βροτός ἐσσι;
εἰ μέν τις θεός ἐσσι, τοὶ οὐρανὸν εὐρὺν ἔχουσιν,
Ἀρτέμιδί σε ἐγώ γε, Διὸς κούρῃ μεγάλοιο,
εἶδός τε μέγεθός τε φυήν τ᾽ ἄγχιστα ἐίσκω:
εἰ δέ τίς ἐσσι βροτῶν, τοὶ ἐπὶ χθονὶ ναιετάουσιν,
τρὶς μάκαρες μὲν σοί γε πατὴρ καὶ πότνια μήτηρ,
τρὶς μάκαρες δὲ κασίγνητοι: μάλα πού σφισι θυμὸς
αἰὲν ἐυφροσύνῃσιν ἰαίνεται εἵνεκα σεῖο,
λευσσόντων τοιόνδε θάλος χορὸν εἰσοιχνεῦσαν.
κεῖνος δ᾽ αὖ περὶ κῆρι μακάρτατος ἔξοχον ἄλλων,
ὅς κέ σ᾽ ἐέδνοισι βρίσας οἶκόνδ᾽ ἀγάγηται.
οὐ γάρ πω τοιοῦτον ἴδον βροτὸν ὀφθαλμοῖσιν,
οὔτ᾽ ἄνδρ᾽ οὔτε γυναῖκα: σέβας μ᾽ ἔχει εἰσορόωντα.
’ ‘ Δήλῳ δή ποτε τοῖον Ἀπόλλωνος παρὰ βωμῷ
φοίνικος νέον ἔρνος ἀνερχόμενον ἐνόησα:
ἦλθον γὰρ καὶ κεῖσε, πολὺς δέ μοι ἕσπετο λαός,
τὴν ὁδὸν ᾗ δὴ μέλλεν ἐμοὶ κακὰ κήδε᾽ ἔσεσθαι.
ὣς δ᾽ αὔτως καὶ κεῖνο ἰδὼν ἐτεθήπεα θυμῷ
δήν, ἐπεὶ οὔ πω τοῖον ἀνήλυθεν ἐκ δόρυ γαίης,
ὡς σέ, γύναι, ἄγαμαί τε τέθηπά τε, δείδια δ᾽ αἰνῶς
γούνων ἅψασθαι: χαλεπὸν δέ με πένθος ἱκάνει.
χθιζὸς ἐεικοστῷ φύγον ἤματι οὐιοπα πόντον:
τόφρα δέ μ᾽ αἰεὶ κῦμ᾽ ἐφόρει κραιπναί τε θύελλαι
νήσου ἀπ᾽ Ὠγυγίης. νῦν δ᾽ ἐνθάδε κάββαλε δαίμων,
ὄφρ᾽ ἔτι που καὶ τῇδε πάθω κακόν: οὐ γὰρ ὀίω
παύσεσθ᾽, ἀλλ᾽ ἔτι πολλὰ θεοὶ τελέουσι πάροιθεν.
ἀλλά, ἄνασσ᾽, ἐλέαιρε: σὲ γὰρ κακὰ πολλὰ μογήσας
ἐς πρώτην ἱκόμην, τῶν δ᾽ ἄλλων οὔ τινα οἶδα
ἀνθρώπων, οἳ τήνδε πόλιν καὶ γαῖαν ἔχουσιν.
ἄστυ δέ μοι δείξον, δὸς δὲ ῥάκος ἀμφιβαλέσθαι,
εἴ τί που εἴλυμα σπείρων ἔχες ἐνθάδ᾽ ἰοῦσα.
σοὶ δὲ θεοὶ τόσα δοῖεν ὅσα φρεσὶ σῇσι μενοινᾷς,
ἄνδρα τε καὶ οἶκον, καὶ ὁμοφροσύνην ὀπάσειαν
ἐσθλήν: οὐ μὲν γὰρ τοῦ γε κρεῖσσον καὶ ἄρειον,
ἢ ὅθ᾽ ὁμοφρονέοντε νοήμασιν οἶκον ἔχητον
ἀνὴρ ἠδὲ γυνή: πόλλ᾽ ἄλγεα δυσμενέεσσι,
χάρματα δ᾽ εὐμενέτῃσι, μάλιστα δέ τ᾽ ἔκλυον αὐτοί.

τὸν δ᾽ αὖ Ναυσικάα λευκώλενος ἀντίον ηὔδα:
‘ξεῖν᾽, ἐπεὶ οὔτε κακῷ οὔτ᾽ ἄφρονι φωτὶ ἔοικας:
Ζεὺς δ᾽ αὐτὸς νέμει ὄλβον Ὀλύμπιος ἀνθρώποισιν,
ἐσθλοῖς ἠδὲ κακοῖσιν, ὅπως ἐθέλῃσιν, ἑκάστῳ:
καί που σοὶ τάδ᾽ ἔδωκε, σὲ δὲ χρὴ τετλάμεν ἔμπης.
νῦν δ᾽, ἐπεὶ ἡμετέρην τε πόλιν καὶ γαῖαν ἱκάνεις,
οὔτ᾽ οὖν ἐσθῆτος δευήσεαι οὔτε τευ ἄλλου,
ὧν ἐπέοιχ᾽ ἱκέτην ταλαπείριον ἀντιάσαντα.
ἄστυ δέ τοι δείξω, ἐρέω δέ τοι οὔνομα λαῶν.

 

Extraído de Homero. La Odisea. Traducción de José Manuel Pabón.

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