Lord Byron, nacido el 22 de enero de 1788 en Londres, fue un poeta británico que dejó una marca indeleble en la literatura del Romanticismo. Su vida estuvo repleta de episodios tumultuosos y tragedias que forjaron su genio creativo.
Desde joven, Byron sufrió la pérdida de su padre y herencia, lo que contribuyó a una infancia y juventud marcadas por la rebeldía y la búsqueda constante de identidad. Su desdén por la sociedad y su apasionado apego a la libertad se reflejaron en su poesía, particularmente en obras como «Childe Harold’s Pilgrimage».
En 1812, Byron se casó con Anne Isabella Milbanke, pero el matrimonio fue tumultuoso y breve. La separación pública, alimentada por rumores de infidelidades y comportamientos escandalosos, lo obligó a abandonar Inglaterra en 1816. En Suiza, escribió el poema épico «Manfred».
Quizás uno de los episodios más trágicos de su vida fue la muerte de su amiga y medio hermana, Augusta Leigh, en 1813. La relación controvertida entre ambos generó especulaciones y críticas, y la pérdida de Augusta afectó profundamente a Byron.
En 1823, Byron, inspirado por su ardiente amor por Grecia y su deseo de luchar por la independencia griega, se unió a la Guerra de Liberación Griega contra el Imperio Otomano. Su entusiasmo y dedicación fueron notables, pero contrajo fiebre reumática y murió el 19 de abril de 1824 en Mesolongi, Grecia, a la edad de 36 años.
A UNA DAMA
QUE LE REGALÓ AL AUTOR UN MECHÓN DE CABELLO ENTRELAZADO CON EL SUYO, Y CITÓ UNA NOCHE DE DICIEMBRE PARA ENCONTRARSE EN EL JARDÍN
Estos mechones, que así se entrelazan tiernamente,
En cadenas más fuertes nuestros corazones confinan
Que todas las protestas sin sentido
Que hinchan con sin sentido los discursos de amor.
Nuestro amor está fijo, creo que lo hemos demostrado,
Ni el tiempo, ni el lugar, ni el arte lo han movido;
Entonces, ¿por qué deberíamos suspirar y quejarnos,
Con celos infundados lamentarnos,
Con caprichos tontos y fantasías frenéticas,
Solo para hacer nuestro amor romántico?
¿Por qué deberías llorar como Lydia Languish,
Y afligirte con angustia auto-creada?
O condenar al amante que has elegido,
En noches de invierno a suspirar medio congelado;
En sombras sin hojas suplicar perdón,
Solo porque el escenario es un jardín?
Porque los jardines parecen, por un consentimiento
(Desde que Shakespeare estableció el precedente,
Desde que Julieta declaró por primera vez su pasión),
Alejarse del lugar de cita.
¡Oh! Si alguna musa moderna pudiera inspirar,
Y colocarla junto a un fuego de carbón,
O si el bardo hubiera escrito en Navidad,
Y hubiera situado la escena de amor en Gran Bretaña,
Seguro, por compasión,
Habría cambiado el lugar de la declaración.
En Italia no tengo objeción,
Las noches cálidas son apropiadas para la reflexión;
Pero aquí nuestro clima es tan riguroso,
Que el mismo amor es bastante frío:
Piensa en nuestra situación fría,
Y controla esta rabia por la imitación.
Entonces, encontrémonos, como tantas veces lo hemos hecho,
Bajo la influencia del sol;
O, si debo encontrarte a medianoche,
Permíteme saludarte dentro de tu mansión:
Allí podemos amarnos durante horas,
Mucho mejor, en ese clima nevado,
Que colocados en todos los bosques arcádicos
Que alguna vez presenciaron amores rurales;
Entonces, si mi pasión no logra complacerte,
La próxima noche estaré contento de congelarme;
No daré rienda suelta a la risa,
Sino maldeciré mi destino por siempre.
TO A LADY
WHO PRESENTED TO THE AUTHOR A LOCK OF HAIR BRAIDED WITH HIS OWN, AND APPOINTED A NIGHT IN DECEMBER TO MEET HIM IN THE GARDEN
These locks, which fondly thus entwine,
In firmer chains our hearts confine
Than all th’ unmeaning protestations
Which swell with nonsense love orations.
Our love is fix’d, I think we’ve proved it,
Nor time, nor place, nor art have moved it;
Then wherefore should we sigh and whine,
With groundless jealousy repine,
With silly whims and fancies frantic,
Merely to make our love romantic?
Why should you weep like Lydia Languish,
And fret with self-created anguish?
Or doom the lover you have chosen,
On winter to nights to sigh half frozen;
In leafless shades to sue for pardon,
Only because the scene’s a garden?
For gardens seem, by one consent
(Since Shakespeare set the precedent,
Since Juliet first declared her passion),
To from the place of assignation.
Oh! would some modern muse inspire,
And seat her by a sea-coal fire;
Or had the bard at Christmas written,
And laid the scene of love in Britain,
He surely, in commiseration,
Had changed the place of declaration.
In Italy I’ve no objection,
Warm nights are proper for reflection;
But here our climate is so rigid,
That love itself is rather frigid:
Think on our chilly situation,
And curb this rage for imitation.
Then let us meet, as oft we’ve done,
Beneath the influence of the sun;
Or, if at midnight I must meet you,
Within your mansion let me greet you:
There we can love for hours together,
Much better, in such snowy weather,
Than placed in all th’ Arcadian groves
That ever witness’d rural loves;
Then, if my passion fail to please,
Next night I’ll be content to freeze;
No more I’ll give a loose to laughter,
But curse my fate for ever after.
Extraído de Lord Byron. The Poetry Collections. Delphi poets series. 2012.