Macrobio

Macrobio — Saturnales

Así, esos hombres de guerra han establecido límites seguros para su conocimiento, como si fueran ciertos límites y palabras pronunciadas, más allá de los cuales cualquiera que se atreva a ir debería ser considerado haber espiado dentro del templo de una diosa de la que los hombres deberían abstenerse.

Ambrosio Teodosio Macrobio, nacido alrededor del 395 d.C., fue un prominente escritor y erudito latino en la Antigüedad tardía. Su vida se vio influenciada por la agitación política y cultural de su época. Pocos registros detallados de su vida han llegado hasta nosotros, pero sus obras revelan su profundo conocimiento y su amor por la literatura, la filosofía y la erudición.

Macrobio vivió en un período turbulento, testigo del declive del Imperio Romano. Sirvió como funcionario en la administración imperial bajo Teodosio II, lo que lo expuso a los vaivenes políticos de la época. A pesar de las dificultades, encontró refugio en la escritura y la enseñanza.

Su obra más conocida es «Comentarios al ‘Sueño de Escipión'» de Cicerón, donde explora temas filosóficos, astronómicos y éticos. Esta obra refleja su pasión por la filosofía neoplatónica y su habilidad para fusionar conocimientos de diferentes campos.

Sin embargo, el destino de Macrobio se oscurece en la historia. Se presume que murió alrededor del año 423 d.C., aunque las circunstancias precisas de su muerte son desconocidas. Algunos relatos sugieren que enfrentó desafíos personales y luchó contra la adversidad en sus últimos días.

 

Saturnales

De hecho, cuando éramos niños, Symmachus, nos maravillábamos sin juicio, pero no se nos permitía examinar los defectos ni a través de maestros ni por edad. Sin embargo, nadie negará sin vergüenza lo que él mismo ha confesado. Pues ¿qué más hizo quien, al morir, entregó su poesía al fuego sino preservar las heridas de su fama para las generaciones venideras? Y no sin razón, se avergonzó de los juicios futuros sobre sí mismo, si se leyera la petición de una diosa que suplicaba a su hijo armas de su esposo, con quien se había casado solamente, y de quien se sabía que no había tenido descendencia, o si mil otras cosas igualmente vergonzosas, ya sea en palabras a veces griegas, a veces bárbaras, o incluso en la misma disposición de la obra, fueran descubiertas.

Y mientras todos aún se estremecían al escuchar esto, Symmachus continuó: ‘Esto, Evangelio, es en verdad la gloria de Marón, que no crezca por los elogios de nadie ni se vea disminuida por la censura de nadie. Pero cualquier persona de la plebeya cohorte de gramáticos puede defender lo que tú desmontas, para que no se busque dañar a nuestro Servio, quien, como creo, supera a los antiguos maestros en doctrina. Pero pregunto, ¿aunque la poesía te desagrade en un poeta tan grande, no parecen agradarte los nervios oratorios, que son tan poderosos en el mismo?’

Estas palabras fueron recibidas primero con risas por Evangelio. Luego agregó: ‘Es entonces, al final, que también renunciarás al orador Virgilio. No es sorprendente, considerando cómo hace poco lo alzaste incluso entre los filósofos’.

‘Si esa es tu opinión’, dijo Symmachus, ‘que Marón no es nada más que poético para ti, aunque envidies ese mismo nombre, escucha lo que él mismo declara sobre la variada enseñanza de su obra. Pues su carta, dirigida a Augusto, comienza así: «De hecho, recibo frecuentemente cartas tuyas; y más adelante: sobre mi Eneas, de verdad, estaría dispuesto a enviarlo ya digno de tus oídos, pero es un asunto tan vasto que parecería un error de mi mente intentar tal obra, especialmente cuando, como sabes, tengo otros estudios hacia esa obra, mucho más valiosos. Y estas palabras de Virgilio no están en desacuerdo con esta abundancia de asuntos, que la mayoría de los letrados, con los pies sin manchar, pasan por alto, como si fuera ilegal conocer algo más allá de la explicación de las palabras para un gramático. Así, esos hombres de guerra han establecido límites seguros para su conocimiento, como si fueran ciertos límites y palabras pronunciadas, más allá de los cuales cualquiera que se atreva a ir debería ser considerado haber espiado dentro del templo de una diosa de la que los hombres deberían abstenerse. Pero nosotros, a quienes la crasa Minerva deshonra, no permitimos que los recintos sagrados de un poema sean oscurecidos, sino que, con el acceso a los misteriosos significados investigado por el culto de los sabios, presentamos para ser celebrados los lugares más internos y ocultos, y para que no parezca que uno solo abarca todo, prometo que mostraré los descubrimientos más extraordinarios o los conceptos más elocuentes en mi obra de Virgilio, mientras que a Eusebio, el orador más elocuente, no le quito el tratado de oratoria en la obra de Marón, que él ejecutará mejor tanto en doctrina como en la práctica de la enseñanza. A todos los demás aquí presentes, les ruego encarecidamente que, lo que cada uno haya destacado como lo más destacado del genio de Marón, lo comparemos como símbolos’. Estas palabras causaron un entusiasmo notable en todos los presentes, y cada uno que se levantaba no veía la hora de llamar a otros para ser escuchado. Por lo tanto, excitados por el estímulo mutuo, fueron fácil y alegremente llevados al consentimiento, y todos los presentes le rogaban a Praetextatus que abriera primero su juicio, seguidos por los demás en el orden que el azar había dictado para sentarse.

 

Saturnalia

Immo pueri cum essemus, Symmache, sine iudicio mirabamur, inspicere autem vitia nec per magistros nec per aetatem licebat. Quae tamen non pudenter quisquam negabit, cum ipse confessus sit. Qui enim moriens poemas suum legavit igni, quid nisi famae suae vulnera posteritati subtrahenda curavit? Nec immerito, erubuit quippe de se futura iudicia, si legeretur petitio dea« precantis filio arma a marito cui soli nupserat nec ex eo prolem suscepisse se noverai, vel si mille alia multum pudenda seu in verbis modo Graecis modo barbarie seu in ipsa dispositione operis deprehenderentur.

Cumque adhuc dicentem omnes exhorruissent, sub- texuit Symmachus: ‘haec est quidem, Euangele, Maronis gloria ut nullius laudibus crescat, nullius vituperatione minuatur, verum ista quae proscindis defendere quilibet potest ex plebeia grammaticorum cohorte, ne Servio nostro, qui priscos, ut mea fert opinio, praeceptores doctrina praestat, in excusandis talibus quaeratur iniuria. Sed quaero utrum cum poetica tibi in tanto poeta displicuerit, nervi tamen oratorii, qui in eodem validissimi sunt, piacere videantur?’

Haec verba primum Euangeli risus excepit. Deinde subiecit: ‘id hercle restat denique ut et oratorem Vergilium renuntietis: nec mirum cum et ad philosophos eum am- bitus vester paulo ante provexerit’.

‘Si in hac opinione es’, inquit Symmachus, ‘ut Maro tibi nihil nisi poeticum sensisse aestimetur, licet hoc quoque eidem nomen invideris, audi quid de operis sui multiplici doctrina ipse pronuntiet. Ipsius enim Maronis epistula, qua compellat Augustum, ita incipit: ego vero frequentes a te litteras accipio; et infra: de Aenea quidem meo, simehercle iam dignum auribus haberem tuis, libenter mitterem, sed tanta inchoata res est ut faene vitio mentis tantum opus ingressu mihi videar, cum praesertim, ut seis, alia quoque studia ad id opus multoque potiora impertiar. Nec his Vergilii verbis copia rerum dissonat, quam plerique omnes litteratores pedibus inlotis praetereunt, tamquam nihil ultra verborum explanationem liceat nosse grammatico. Ita sibi belli isti homines certos scientiae fines et velut quaedam pomeria et effata posuerunt, ultra quae siquis egredi audeat, introspexisse in aedem deae a qua mares absterrentur existimandus sit. Sed nos, quos crassa Minerva dedecet, non patiamur abetrusa esse adyta sacri poematis, sed arcanorum sensuum investigato aditu doctorum cultu celebranda praebeamus reclusa penetralia, et ne videar vel omnia unus amplecti, spondeo violentissima inventa vel sensa rhetoricae in Virgiliano me opere demonstraturum, Eusebio autem, oratorum eloquentissimo, non praeripio de oratoria apud Maronem arte tractatum, quem et doctrina et docendi usu melius exsequetur. Reliquos omnes qui adestis impense precatus sim, ut quid vestrum quisque praecipuum sibi adnotaverit de Maronis ingenio, velut ex symbola conferamus.’ Mirum in modum alacritatem omnibus qui aderant haec verba pepererunt, et adsurgens quisque in desiderium alios audiendi non vidit et se in idem munus vocandum. Itaque hortatu mutuo concitati in adsensum facile ac libenter animati sunt, intuentesque omnes Praetextatum orabant ut iudicium suum primus aperiret, ceteris per ordinem quem casus sedendi fecerat secuturis.

 

Extraído de Ambrosii Theodosii Macrobii (Macrobio). Saturnalia. STVDIAE ET LIPSIAE IN AEDIBVS B.G. TEVBNERI MCMXCIV (1994).

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