Dante Alighieri

Dante Alighieri — Monarquía

Por lo tanto, dado que desgarrar el Imperio sería destruirlo, y dado que el Imperio consiste en la unidad de la Monarquía Universal, es evidente que no se permite desgarrar el Imperio a aquel que ejerce la autoridad del Imperio. Y que destruir el Imperio es contra el derecho humano es evidente a partir de lo anterior.

Dante Alighieri (1265-1321) fue un poeta italiano, conocido principalmente por su obra maestra «La Divina Comedia». Nacido en Florencia, Italia.

Dante vivió en una época marcada por tensiones políticas y conflictos entre facciones rivales en la ciudad, por lo cual fue desterrado de Florencia en 1302 y se le prohibió regresar bajo pena de muerte. Durante su exilio, Dante viajó por diversas ciudades italianas, incluyendo Verona y Rávena, donde encontró patrocinio y apoyo entre nobles y mecenas. Fue en Rávena donde finalmente encontró un hogar y pasó los últimos años de su vida.

Dante falleció en Rávena en 1321.

 

Monarquía, X

1. Algunos afirman que el emperador Constantino, purificado de la lepra por la intercesión del entonces Sumo Pontífice Silvestre, donó a la Iglesia, junto con muchas otras dignidades imperiales, la sede del Imperio, es decir, Roma.

2. A partir de esto, argumentan que nadie puede asumir esas dignidades a menos que las reciba de la Iglesia, a la cual dicen pertenecen. De esto se deduciría correctamente que una autoridad depende de otra, como ellos mismos desean.

3. Por lo tanto, después de haber presentado y desmantelado los argumentos que parecían tener raíces en las Escrituras divinas, ahora quedan por exponer y refutar aquellos que se basan en los asuntos humanos y en la razón humana. El primero de estos es el que se menciona a continuación, que silogizan de esta manera: «Aquello que pertenece a la Iglesia, nadie puede poseerlo legítimamente a menos que lo reciba de la Iglesia» – esto se concede – «el gobierno romano pertenece a la Iglesia: por lo tanto, nadie puede poseerlo legítimamente a menos que lo reciba de la Iglesia»; y prueban la menor por lo que se ha mencionado anteriormente sobre Constantino.

4. Por lo tanto, refuto esta menor y, cuando lo prueban, digo que su prueba no es válida, porque Constantino no podía alienar la dignidad imperial ni la Iglesia podía recibirla.

5. Y cuando insisten obstinadamente, lo que digo puede demostrarse así: a nadie se le permite hacer, a través de su oficio designado, aquellas cosas que van en contra de ese oficio; porque de esa manera el mismo, en cuanto lo es, sería contrario a sí mismo: lo cual es imposible. Pero ir en contra del oficio designado del Emperador sería deshacer el Imperio, ya que su oficio es un querer y no querer unificado de la humanidad, como se puede ver fácilmente en el primer punto de este [tratado]; por lo tanto, no está permitido al Emperador deshacer el Imperio.

6. Si entonces algunas dignidades fueron alienadas por Constantino – como dicen – del Imperio, y pasaron al poder de la Iglesia, se habría desgarrado la túnica inconsútil, la cual ni siquiera se atrevieron a rasgar aquellos que traspasaron a Cristo, verdadero Dios, con una lanza.

7. Además, así como la Iglesia tiene su fundamento, así también el Imperio tiene el suyo. Pues el fundamento de la Iglesia es Cristo; de donde el Apóstol a los Corintios dice: «Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, que es Cristo Jesús». Él es la roca sobre la cual la Iglesia está edificada. Pero el fundamento del Imperio es el derecho humano.

8. Ahora digo que, así como no se permite oponerse al fundamento de la Iglesia, sino que siempre debe apoyarse en él según el Cantar de los Cantares «¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en su amado?», así tampoco se permite al Imperio hacer algo contra el derecho humano. Pero sería contra el derecho humano si el Imperio se destruyera a sí mismo: por lo tanto, no se permite al Imperio destruirse a sí mismo.

9. En consecuencia, dado que desgarrar el Imperio sería destruirlo, y dado que el Imperio consiste en la unidad de la Monarquía Universal, es evidente que no se permite desgarrar el Imperio a aquel que ejerce la autoridad del Imperio. Y que destruir el Imperio es algo contrario el derecho humano, es evidente a partir de lo anterior.

10. Además, toda jurisdicción es superior a su juez: el juez está ordenado a la jurisdicción y no al revés; pero el Imperio es la jurisdicción que abarca toda jurisdicción temporal en su ámbito: es decir, es superior a su juez, que es el Emperador, por lo cual el Emperador está ordenado a ella, y no al revés. Por lo tanto, está claro que el Emperador no puede cambiarla en cuanto Emperador, ya que recibe su ser de ella.

11. Ahora digo esto: o aquel Emperador estaba presente cuando se dice que concedió a la Iglesia, o no; y si no, es evidente que no pudo conceder nada del Imperio; si sí, ya que tal concesión era una disminución de jurisdicción, en cuanto Emperador no podía hacerlo.

12. Además, si un Emperador pudiera separar alguna parte de la jurisdicción del Imperio, de la misma manera otro podría hacerlo. Y dado que la jurisdicción temporal es finita y cada cosa finita se adquiere por decisiones finitas, se seguiría que la jurisdicción primera podría ser aniquilada: lo cual es irracional.

13. Además, como el que concede se tiene a sí mismo como agente y al que se le concede como paciente, como afirma el Filósofo en el cuarto libro de la Ética a Nicómaco, no solo se requiere disposición por parte de quien concede para que la concesión sea legítima, sino también del que recibe; pues parece que en el paciente y en la disposición del paciente se encuentra el acto del agente.

14. Pero la Iglesia estaba completamente indisponible para recibir lo temporal debido a la prohibición expresa, como tenemos en Mateo así: «No posean oro, ni plata, ni dinero en sus cinturones, ni bolsa en el camino», etc. Pues aunque a través de Lucas tenemos cierta relajación del precepto en ciertas cosas, no he podido encontrar que a la Iglesia se le permitiera la posesión de oro y plata después de esa prohibición.

15. En consecuencia, si la Iglesia no podía recibir, incluso si Constantino hubiera podido hacerlo por sí mismo, esa acción no habría sido posible debido a la indisposición del receptor. Por lo tanto, queda claro que ni la Iglesia podía recibir a través de la posesión, ni él podía conferir a través de la alienación.

16. Sin embargo, el Emperador podía destinar bienes y otros a favor de la Iglesia, siempre y cuando el dominio superior permaneciera inalterado, cuya unidad no permite división.

17. Además, el vicario de Dios podía recibir no como poseedor, sino como administrador de los frutos para la Iglesia y los pobres de Cristo, lo cual se sabe que hicieron los apóstoles.

 

Monarchia, X

1. Dicunt adhuc quidam quod Constantinus imperator, mundatus a lepra intercessione Silvestri tunc summi Pontificis Imperii sedem, scilicet Romam, donavit Ecclesie cum multis aliis Imperii dignitatibus. 2. Ex quo arguunt dignitates illas deinde neminem assummere posse nisi ab Ecclesia recipiat, cuius eas esse dicunt; et ex hoc bene sequeretur auctoritatem unam ab alia dependere, ut ipsi volunt.

3. Positis igitur et solutis argumentis que radices in divinis eloquiis habere videbantur, restant nunc illa ponenda et solvenda que in gestis humanis et ratione humana radicantur. Ex quibus primum est quod premictitur, quod sic sillogizant: “ea que sunt Ecclesie nemo de iure habere potest nisi ab Ecclesia” – et hoc conceditur – “romanum regimen est Ecclesie: ergo ipsum nemo habere potest de iure nisi ab Ecclesia”; et minorem probant per ea que de Constantino superius tacta sunt.

4. Hanc ergo minorem interimo et, cum probant, dico quod sua probatio nulla est, quia Constantinus alienare non poterat Imperii dignitatem, nec Ecclesia recipere. 5. Et cum pertinaciter instant, quod dico sic ostendi potest: nemini licet ea facere per offitium sibi deputatum que sunt contra illud offitium; quia sic idem, in quantum idem, esset contrarium sibi ipsi: quod est inpossibile; sed contra offitium deputatum Imperatori est scindere Imperium, cum offitium eius sit humanum genus uni velle et uni nolle tenere subiectum, ut in primo huius de facili videri potest; ergo scindere Imperium Imperatori non licet. 6. Si ergo alique dignitates per Constantinum essent alienate – ut dicunt – ab Imperio, et cessissent in potestatem Ecclesie, scissa esset tunica inconsutilis, quam scindere ausi non sunt etiam qui Cristum verum Deum lancea perforarunt.

7. Preterea, sicut Ecclesia suum habet fundamentum, sic et Imperium suum. Nam Ecclesie fundamentum Cristus est; unde Apostolus ad Corinthios: “Fundamentum aliud nemo potest ponere preter id quod positum est, qui est Cristus Iesus”. Ipse est petra super quam hedificata est Ecclesia. Imperii vero fundamentum ius humanum est. 8. Modo dico quod, sicut Ecclesie fundamento suo contrariari non licet, sed debet semper inniti super illud iuxta illud Canticorum “Que est ista, que ascendit de deserto delitiis affluens, innixa super dilectum?”, sic et Imperio licitum non est contra ius humanum aliquid facere. Sed contra ius humanum esset, si se ipsum Imperium destrueret: ergo Imperio se ipsum destruere non licet. 9. Cum ergo scindere Imperium esset destruere ipsum, consistente Imperio in unitate Monarchie universalis, manifestum est quod Imperii auctoritate fungenti scindere Imperium non licet. Quod autem destruere Imperium sit contra ius humanum, ex superioribus est manifestum.

10. Preterea, omnis iurisdictio prior est suo iudice: iudex enim ad iurisdictionem ordinatur, et non e converso; sed Imperium est iurisdictio omnem temporalem iurisdictionem ambitu suo comprehendens: ergo ipsa est prior suo iudice, qui est Imperator, qua re ad ipsam Imperator est ordinatus, et non e converso. Ex quo patet quod Imperator ipsam permutare non potest in quantum Imperator, cum ab ea recipiat esse quod est.

11. Modo dico sic: aut ille Imperator erat cum dicitur Ecclesie contulisse, aut non; et si non, planum est quod nichil poterat de Imperio conferre; si sic, cum talis collatio esset minoratio iurisdictionis, in quantum Imperator hoc facere non poterat. 12. Amplius, si unus Imperator aliquam particulam ab Imperii iurisdictione discindere posset, eadem ratione et alius. Et cum iurisdictio temporalis finita sit et omne finitum per finitas decisiones assummatur, sequeretur quod iurisdictio prima posset annichilari: quod est irrationabile.

13. Adhuc, cum conferens habeat se per modum agentis et cui confertur per modum patientis, ut placet Phylosopho in quarto ad Nicomacum, non solum ad collationem esse licitam requiritur dispositio conferentis, sed etiam eius cui confertur: videtur enim in patiente et disposito actus activorum inesse. 14. Sed Ecclesia omnino indisposita erat ad temporalia recipienda per preceptum prohibitivum expressum, ut habemus per Matheum sic: “Nolite possidere aurum, neque argentum, neque pecuniam in zonis vestris, non peram in via” etc. Nam etsi per Lucam habemus relaxationem precepti quantum ad quedam, ad possessionem tamen auri et argenti licentiatam Ecclesiam post prohibitionem illam invenire non potui. 15. Qua re, si Ecclesia recipere non poterat, dato quod Constantinus hoc facere potuisset de se, actio tamen illa non erat possibilis propter patientis indispositionem. Patet igitur quod nec Ecclesia recipere per modum possessionis, nec ille conferre per modum alienationis poterat.

16. Poterat tamen Imperator in patrocinium Ecclesie patrimonium et alia deputare, inmoto semper superiori dominio, cuius unitas divisionem non patitur. 17. Poterat et vicarius Dei recipere non tanquam possessor, sed tanquam fructuum pro Ecclesia pro Cristi pauperibus dispensator: quod apostolos fecisse non ignoratur.

 

Extraído de Dante Alighieri. Tutte le opere. Giunti – Barbèra. 2021.

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