Serguéi Yesenin — Soy feliz como el cielo allá arriba
Ya no miraría las tabernas,/ Renunciaría a escribir poesía/ Solo por tocar suavemente tus manos/ Y tu cabello, del color del otoño.
Traducciones, escolios, fragmentos de lectura, divagaciones, &c., sostienen la construcción constante del «idealismo errático»
Ya no miraría las tabernas,/ Renunciaría a escribir poesía/ Solo por tocar suavemente tus manos/ Y tu cabello, del color del otoño.
En el jovial torbellino giro como tú,/ sin distinguir a nadie./ Departo con sabios y con tontos,/ y solo vivo para mi corazón.
El destello del poder divino y del santo/ paraíso ¿qué son para mí?/ Las pasiones terrenales/ han venido conmigo./ Y un mismo sueño acaricio/ allí donde me encuentro.
Recuerda lo que decía el satírico,/ El ingenioso lírico de sutil ingenio,/ ¿Acaso es soportable para ti/ La monotonía de nuestras quejas melancólicas?
Ya Antonia había besado los labios muertos,/ ya ante Augusto lloraba de rodillas…/ Y los sirvientes la traicionaron. Las trompetas de la victoria resuenan,/ bajo el águila romana, la oscuridad de la noche se extiende.
Amo esta mentira, este brillo,/ Tu atractivo vestido de doncella,/ El eterno bullicio y ruido de la calle,/ La hilera de faroles que se alejan.
Ahora ya no sabemos dónde vivíamos, cómo vivíamos. Pero el mundo, aunque sin alegría y sin chillidos estéticos, con ansiedad, lo reconocimos como nuestro de siempre, este mismo mundo lo conocíamos, lo veíamos en sueños, en presentimientos, en conjeturas que intentábamos ocultarnos a nosotros mismos.
Pronto saldrá el huésped de hierro/ hacia el sendero del campo azul./ Las espigas de avena, bañadas por el amanecer,/ serán recogidas por un puñado oscuro.
¿Por qué dejó aquel mundo/ de tranquilos placeres, de sincera amistad,/ para entrar en el círculo ambicioso/ que sofoca el espíritu, las ardientes pasiones?
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